La violencia de la lluvia contrastaba con su calma. Estaba sentado, sólo con el sonido del agua golpeando contra el suelo y las gotas deslizándose por todo su cuerpo sin ningún problema. Lo que solía llamar casa ahora solo era un puñado de cartones mojados cayendo río abajo por la calle. Todas sus posesiones se empapaban junto a él, y se reía, ni siquiera sabía cuánto tiempo le quedaría de vida, y aún así, se reía.
David García
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