Dibujaba con su pintalabios favorito, un rojo mortal. Lenta, sin prisa. Después, la raya de gata tan característica y afilada. Se aplicó unas innecesarias capas de rímel. Eligió el perfume compañero hasta la madrugada. Deslizantes gotas en el cuello. Removió sus rizos, insatisfecha, farfulló algo sobre el seco ambiente de la capital. Eligió uno de los muchos collares del tocador. Esa noche sería épica.
Él llegaría tarde, en las películas se persiguen. Aquí no. Ella le esperaría en la mansión con una burbujeante copa de alguna cara botella. Se sentó en el diván hasta que oyó las bocinas y una voz al megáfono:
-Queda detenida por allanamiento de morada y asesinato de la familia real.
Ella sonrió a través de la ventana, una vez más, él le sostuvo la mirada calculando el tiempo en el que ella tardaría en escapar de nuevo.
Por Phoenix.