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  • Foto del escritorPérez & Navarro

Espejismos en humo de tabaco

Dos hombres están sentados uno enfrente del otro. Los dos van preparados. Los dos son valientes. Los dos creen el uno en el otro. "¿Lo has oído?" Pregunta un hombre al que llamaremos M. "Sí. Lo he oído." Responde el otro hombre al que llamaremos L. " Pero no le he hecho caso. ¿Para qué?" M saca un cigarro del bolsillo y se lo coloca suavemente en la boca. Coge su encendedor regalado y lo enciende. "Dicen que nos van a echar." Dice L. "Esos cabrones nos quieren echar después de doce años." L se levanta y M lo mira sin dejar de fumar. "¡SIÉNTATE!" Exclama M. "Se puede saber que te pasa. ¿Has perdido el juicio? Nadie va a echar a nadie. Estamos todos igual. Si nos echan le contaremos lo que hacemos a la policía. ¿Lo entiendes?" L asiente con la cabeza. "¿Sabes lo que vamos a hacer?" Continúa M. "Vamos a ir y vamos a demostrarles a esa gente por qué llevamos doce años aquí" "Sí. Y después nos podrían, digo es sólo una posibilidad... Convertir en los jefes." Los dos asienten. Pero de repente una voz les destruye su intimidad. "Juan Rodrigo Pelñalvez. Es la hora." El señor L, el llamado Juan, se levanta. "Suerte" dice M. "Gracias" "¿Se puede saber con quién hablas?" Pregunta un policía detrás de las verjas. "Bueno, me da igual. ¡Abrid la celda número 12!" La celda se abre y dos policías entran. Cogen al señor L de las manos, le ponen unos grilletes y lo sacan de allí. Lo llevan a una sala donde hay una soga. Y veinte hombre y doce mujeres. El señor L se coloca en medio. Delante de la soga. "Juan Rodrigo Pelñalvez." Exclama un hombre a su derecha sosteniendo un papel. "Usted ha sido condenado a la pena de muerte por el homicidio de: Susana Moral, Rodrigo Moral, Juan Moral, Marcos Díaz y Rubén Martínez." La sala se hace en silencio y el señor L sigue inerte sin escuchar las palabras del hombre. "¿Cuáles son sus últimas palabras?" La sala se hace en silencio. Hasta que el señor L dice: "Al final no he conseguido ser el jefe. Siempre me quedarán los recados menores. Como decía el señor M, ellos no lo entienden porque les da miedo entenderlo." Un hombre se acerca al señor L y le coloca la soga alrededor del cuello. Un hombre está a punto de morir. Un hombre cree en si mismo. Un hombre es valiente. Un hombre por un segundo se arrepiente. Un hombre muere. Y muere solo.



Por Álvaro Daganzo Guerrero.

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