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  • Foto del escritorPérez & Navarro

Doce Contra Uno

Actualizado: 17 oct 2018

Era la primera vez que Jacob ejercía de policía. Sus primeros cinco minutos y también los últimos. El asesino estaba presente en la sala, eso estaba claro, ¿pero quién era? Lorenzo, sentado al lado de David, se comportaba de manera sospechosa, siempre lo era, pero esta vez se comportaba más extraño de lo esperado, parecía más imbécil de lo normal; su mirada analizaba a cada individuo. Parecía que él era el policía, pero seguramente lo que pretendía era encontrar al auténtico. María murió rápido, aunque no tanto como Miguel, el pobre Miguel murió en cuestión de segundos, ni unas últimas palabras de perdón pudo brindar a su hermano menor Jesús tras la discusión, y no hay nada peor que eso. Los nervios de Jacob se reflejaban en su sudor, su mano inquieta, su mirada dubitativa. Lorenzo terminó muriendo. ¿Y quién cojones era el puto asesino?, pensó el policía. Quedaban tres y él, y si no lo descubría, todo estaría perdido. Pero todo pareció desvanecerse cuando Raquel, la chica más perfecta que Jacob había conocido, con años y años soñando con un beso suyo, para ver de repente como ese beso ficticio se hacía realidad para ser enviado desde la lejanía a otro. La cara de Jacob, gélida e impasible se paró en ella, observándola, haciendo que su mente creará pensamiento embadurnados de celos, ella y el otro. La rabia que le consumía le privó de cualquier otra tarea que tuviera que ver con cazar al asesino durante unos segundos. Raquel poco después murió. La muerte le dolió pero no tanto como le hubiera dolido en otro momento. Pero le fue suficiente para que con rabia se dispusiera a cazar. Lorenzo entonces, guiñó a Jacob, pero el sabía que Lorenzo no podía ser el culpable, los zombis no pueden ser el asesino. Aunque le encantaría que él lo fuera, para poder verlo así entre esas putas rejas, pudriendose con su propia mierda como almohada, lejos de cualquier otro beso que Raquel le pudiera lanzar. Pero eso sería ir en contra del cuerpo, y de la justicia, y sólo uno de esa sala merecía ciertamente esas rejas. Tragó su saliva con sabor a odio y respiró. Jacob miró a David y a Jesús, uno de ellos era el asesino, el verdadero asesino. Cualquiera podía serlo, y por un instante; ni los nervio, ni sus ganas de cagar, ni Raquel mirando posiblemente en su móvil el Instagram de Lorenzo, detuvieron su intuición, que le llevó a levantar su doce de espadas contra Jesús, el cual efectivamente, poseía el uno de espadas. Era el asesino. -De nada Lorenzo por revivite, eee. Por cierto todos, yo era la puta-. Dijo Raquel mientras reía y miraba a Lorenzo, menudo imbécil. -Y lo sigues siendo amiga.- Dijo nuestro puto héroe justo antes de levantarse para ir a cagar.


Por Samuel Carmona Ríos.

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